lunes, marzo 27, 1995

Cuento Tonto

Cuento Tonto

 

¡Qué sensación tan increíble!: Siento el viento en mi cara como si estuviera volando. Todas las cosas se hacen más grandes a medida que me acerco. De pronto veo a mis compañeros hacer señas como locos mientras una bandada de pájaros les pasaba muy cerca, los miro con tranquilidad y les digo que se relajen, siempre con esa sensación de Libertad que me extasía. Ellos siguen nerviosos y de pronto se apartan y desaparecen. ¡Y pensar que todo esto sucede en unos segundos!

De pronto, en medio de esta fascinante experiencia, todo se pone negro. Cuando se aclara veo a mis compañeros con caras asustadas alrededor de alguien que no puedo identificar, ahora me siento como si flotara. Aún emocionado veo como todo se oscurece de nuevo, exceptuando un punto hacia el cual me dirijo. Cuando llego, lo que veo es un hermosísimo campo, el cuál recorro de lado a lado sin perder la emoción, aún cuando el campo se incendia, comienza a hacer un calor asfixiante y rápidamente tengo mi alrededor sólo ríos de lava, rocas y troncos ardientes. Comienzo a sentirme sofocado, y de repente, de entre las llamas, sale un hombre alto y corpulento, se parece al tipo que se fue con mi novia hace unos días, sólo que éste tiene en la espalda alas parecidas a las de un murciélago. Viéndolo mejor, quizás sí es el que se fue con mi ex-novia, ya ella se ocupó de dejarlo cómo a mí: de su frente sobresalen dos enormes cuernos.

Esto me está dejando de gustar. Mientras se acerca caigo bruscamente al suelo y siento que el calor aumenta cada vez más. De pronto, el hombre habló; dijo con voz muy grave y tono insultante sólo una corta oración que me hizo comprender lo que sucedía: “Debiste abrir el paracaídas, estúpido.”

27/MAR/1995
EEDC

miércoles, marzo 22, 1995

Recuerdos Moribundos (o Nombres de Mujer)

Recuerdos Moribundos

(o Nombres de Mujer)

 

Al nosotros mirar al río

y Los Increíbles lugares inmersos a nuestro antojo

En las irreverentes zonas,

abiertas bajo esta trágica historia,

Conocemos las antiguas uniones de inimaginable amargura,

En las estelares noches, absteniéndose De ir a nuevas aventuras.

Pudiendo arrancar tantos recuerdos inútiles,

como inmensas aves,

Cuando reposen inútilmente, solos, tan inseguros,

nadie atenderá Su adolorido llamado

y, Sin antes recibir ayuda humanitaria,

Morirán amargados resistiendo tan hirientes atrocidades.

Dolor auténtico, no importa el lamento amargo.

22/Mar/1995
8:45p.m.
EEDC