sábado, enero 08, 2005

Cirugía

Cirugía

 

De pronto lo reconoció. Aún cuando veía su cara todos los días de su vida, mientras recordaba lo que lo había hecho pasar, por alguna razón, no lo había ubicado al entrar al quirófano.

Por un momento pensó en lo fácil que sería acabar con su existencia, después de todo, ingresó herido de gravedad al hospital. Podría suprimir el flujo de sangre en alguna de sus arterias, o tal vez “equivocar” alguna incisión…

Constantemente revivía aquella noche: Había despertado al oír unos ruidos en su casa, por lo que se levantó para cerciorarse de que todo estuviera bien.

Instintivamente, se dirigió al cuarto de su hija para asegurarse de que durmiera tranquilamente. Allí estaba él.

Día tras día revivía la horrible escena y soñaba con el momento en el que pudiera tenerlo frente a frente. Recordaba la sangre. Recordaba también la lucha y el haber caído inconsciente, solo para despertar en un hospital con un detective haciéndole miles de preguntas acerca del asesinato y violación de su única hija.

Y sin embargo, ahora, cuando lo tenía a su merced en la mesa de operaciones, había tardado un buen rato en darse cuenta de a quién operaba.

Seguía trabajando mientras su juramento de preservar la vida de sus pacientes resonaba en su cabeza. Eso no importaba. La tentación era demasiado fuerte. Dudó por un momento, pero de pronto lo vio todo muy claramente: Si había alguien a quien debía salvar, era a este infame ser. Sería una larga operación, y nadie lo culparía si herraba, pero la idea de que esa sería una salida muy fácil quedó fija en su cabeza. No. Debía vivir. Tendría tiempo luego para hacerlo sufrir por el resto de su vida. Lo salvaría con la única intención de torturarlo por el resto de su existencia. Esa fue la razón por la cual la policía nunca logró encontrarlo, y es por eso que vino a parar precisamente a sus manos tras una balacera ocurrida en el centro de la ciudad. Al fin la vida intentaba resarcirse dándole la oportunidad de vengarse.

La determinación en sus ojos emanaba breves destellos de locura mientras operaba. El resto del personal médico lo miraba extrañado. Ya lo tenía planeado todo. Como él hubiera hecho antes, le permitiría vivir para lamentar por el resto de sus días el que sus vidas se hubieran cruzado.

Quedaban pocos minutos para culminar: solo era cuestión de cerrar la herida y coser. Pero no contaba con que su corazón fallara. Sin razón aparente, simplemente se detuvo. Todos los intentos de revivirlo resultaban inútiles. No lo comprendía, lo había hecho todo bien. La operación había sido todo un éxito, sin embargo, por algún motivo estaba muriendo. No podía concebirlo. La desesperación lo invadió y comenzó a aplicar todos sus conocimientos…

Tuvieron que llamar a otro médico para que declarara el deceso, mientras los enfermeros lo arrastraban, gritando, para intentar alejarlo del cuerpo inerte.

8/ene/2005
2:46a.m.
EEDC