lunes, febrero 13, 2006

Culpable

Culpable

Yo la maté.

Tal vez no tire del gatillo, pero ciertamente cargué el arma y la coloque en manos del asesino.

No. No fue así. Estoy hablando en sentido figurado... Y ella merece que cuente su historia como se debe. Sin medias verdades ni metáforas extrañas.

Yo la maté. Lo sé.

Todos dijeron que el nivel de alcohol en su sangre era insuficiente, pero yo no lo creo. No puedo evitar preguntarme que hubiera sido de ella...

No. Un solo trago no podía ser el responsable. En eso concuerdo: No fue el trago: fui yo. Yo la mate.

Pero es mejor comenzar desde el principio: Años antes habíamos salido por un tiempo, pero nuestros caminos llevaban a diferentes destinos, y distintos rumbos tomamos. Al menos por un tiempo.

No fue mi intención, o quizás si, pero volví a ella con ella en mente.

Antes de que yo mismo lo supiera, ella (la otra, su amiga) entro a mi vida. No tengo remordimientos al respecto: Ella (la otra, la que me dejó) fue a quien amé por sobre todas las cosas. Fue por ella (la otra, la que me acabó) que tuve algo por que vivir. Y fue ella (la otra, la que me hizo llorar) quien me ayudó a soportar el haberla matado... Hasta logré convencerme por un tiempo de que no había sido mi culpa: "fue obra del destino o quien sabe que".

Pero esa noche - esa maldita noche - se conjugaron los astros para que yo, un pobre mortal, fuese el causante, tanto terrenal como astral, de que su vida se extinguiera.

Si alguien podía competir con ella (con la otra, la que me clavo el cuchillo), era ella. Muy en el fondo, todos lo sabíamos. A pesar de mi adoración por ella (por la otra, la que me hizo doler el alma), un espacio reservado de mi corazón nunca la olvidó.

Dos días antes yo estaba, como siempre, corto de dinero, y fue ella quien me prestó. Esa noche - esa maldita noche - era ella la que estaba corta y yo, estúpidamente, pagué mi deuda.

Fue suficiente, Exactamente la suma necesaria para un solo trago. El único trago. Ese trago que todos aseguran no fue suficiente: "Fue el charco de agua", "la calle mal iluminada", "el árbol en la vía". Pero no. Yo se que fui yo. Incluso fui a la barra a buscarlo y se lo di en sus manos.
A los pocos minutos lo supe. Bueno, no lo supe conscientemente, pero ahora se que lo que sentí esa noche era el inconsciente saber de lo que sucedería:
Las vi bailar, a ella, a la otra y a una más. Juntas, alegres. Sin embargo, en medio de esa felicidad, solo podía pensar en la necesidad que tenía de tomarlas en mis brazos - a las tres, primero en conjunto y después una por una - y demostrarles mi cariño.

Pero no lo hice.

Más tarde nos fuimos. Ella, los otros, y ella (la otra, la que ya no conozco) y yo.

Y esa noche - esa maldita noche -, la primera noche en la que ella (la otra, la que no me apreció) y yo nos hicimos uno, ella dejo de ser competencia. Es una imagen grotesca que no puedo sacar de mi mente: nuestros cuerpos por primera vez enlazados por el alma, se acariciaban en la oscuridad; mientras al otro lado de la ciudad, ella yacía, fría y sin vida, dentro de los restos de un automóvil, con un charco y un árbol en una calle mal iluminada que recibieron una culpa que yo se que es mía - ¿o tal vez "nuestra"? No, no puede ser "nuestra". El universo no confabularía para abrirle paso a un sinsentido, su muerte entonces habría sido en vano, porque ella (la otra, la que me tuvo completo para si) no necesitaba el espacio que se abrió.

Pueden negarlo de mil maneras, intentar hacerme sentir mejor. Pero yo lo se: Yo la maté, y no hay nada que pueda cambiar esa terrible verdad.

13/Feb/2006
3:06am
EEDC

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